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Corbyn, el mejor aliado de May

El líder laborista se confirma como un candidato imposible, a 24 puntos en los sondeos y rechazado por sus propios votantes

Jeremy Corbyn, a la salida de su domicilio en Londres esta semana AFP
Luis Ventoso

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Hijo de un ingeniero electrónico y una profesora de matemáticas del Sur de Inglaterra, dos pacifistas que se conocieron en una cuestación a favor de la República española, Jeremy Corbyn no suele perder las maneras, lo adorna una educación espontánea muy inglesa. El líder laborista, de 67 años, un hombre sucesivamente monógamo que se ha casado tres veces, es vegetariano, ateo, abstemio, pacifista y permanece anclado en un dogmatismo de izquierda setentera. Pero lo suyo no tiene nada que ver con el estilo faltón y camisetero del populismo comunista español. Corbyn se viste de impecable frac cuando toca cena de gala en Buckingham y se hincha a cantar himnos patrióticos en la gala anual por los caídos del Royal Albert Hall que preside la familia real.

Sin embargo este viernes perdió sus buenas manera s. Se encontraba de campaña en Bristol cuando una periodista de Sky Televisión le preguntó si continuará al frente del partido tras su derrota en las elecciones del 8 de junio . Corbyn la fulminó con la mirada y con voz y sonrisa nerviosas le espetó: «¡Pero qué pregunta tan absurda! Solo llevamos 72 horas de campaña y estamos ganando un enorme apoyo. ¿Por qué no me preguntas por nuestras políticas contra la austeridad tory?».

Pero la pregunta era pertinente. De cara a las elecciones de junio, Corbyn se ha convertido en el mejor amigo de Theresa May. Está a 24 puntos en intención de voto . En valoración personal, su debacle se dispara a 37. La mayoría de quienes votaron laborista en 2015 ven a la líder tory como una premier más capaz que el jefe laborista. Los cálculos más pesimistas creen que podría perder hasta 144 de los 258 escaños que heredó de Ed Miliband, quien siendo también un mal candidato y un tipo extraño quedó a seis puntos de Cameron.

Las elecciones más difíciles

«Ir a las elecciones con Corbyn es como ir a la batalla del Somme con una navaja rota y un paquete de cigarrillos», ha resumido de manera demoledora un diputado laborista. Trece miembros de su bancada han renunciado a volver a ser candidatos. «Son las elecciones más difíciles que jamás hemos peleado», reconoce Ben Bradshaw, diputado desde hace 20 años.

El Partido Laborista ya sabe lo que es estrellarse con un experimento a la izquierda. Para medirse a Thatcher en 1983 eligieron a Michael Foot , un intelectual estrafalario, pacifista y marxiano, con pinta de profesor chiflado y que viajaba siempre en metro. El castañazo fue épico : el peor resultado del laborismo desde 1918. Foot era un orador ardoroso con un importante currículo como periodista. Corbyn carece de estudios superiores y es un orador discreto que no ha trabajado en su vida fuera de la política (solo constan dos años como cooperante en Jamaica cuando tenía 19).

Pero su mayor problema es otro: el mundo al que apela, en de un proletariado con orgullo de clase, fiel al laborismo desde la tumba a la cuna, ya no existe . Muchas personas de clase baja aspiran a ser clase media. May apela claramente a esos grupos «aspiracionales» con su «conservadurismo de cuello azul». La hija de un vicario de la Inglaterra profunda se ha desmarcado del conservadurismo moderno y tolerante de Cameron y Osborne, quienes se dirigían a los profesionales liberales metropolitanos. May, que desprecia a los cachorros patricios del «clan de Notting Hill», habla para esa otra Inglaterra que se ha quedado un poco atrás, que tiene miedo a la globalización y culpa a los inmigrantes. Cierto que hasta ahora sus buenas palabras no se han traducido en nada, de hecho los servicios sociales y hospitalarios han empeorado, con escenas de bochorno. Pero resulta próxima al inglés tipo que recela de Londres y se queja de que su vida real no mejora.

La traición de May

May ha elegido el Brexit como tema medular de las elecciones. Ha sido su justificación para traicionar su palabra de que no adelantaría los comicios . Pide a los británicos que voten «por un Gobierno de brazo fuerte para las negociaciones». Su prensa más histérica, el «Daily Mail», hace portadas llamando a frenar a los «saboteadores del Brexit». El planteamiento de May es mendaz, pues lo cierto es que la oposición laborista puso la alfombra roja a su Brexit duro , que salió adelante sin una sola enmienda.

El auténtico móvil de May para convocar elecciones fue la extrema debilidad de Corbyn, que quiso aprovechar antes de que la salida efectiva de la UE empeore la economía (esta semana se han conocido ya una inesperada caída del consumo interno). El errático líder laborista, un euroescéptico que en la consulta 1973 votó contra el Mercado Común , ha conseguido que su partido no pinte nada en el debate europeo, con una postura confusa que al final no hace más que ser cómplice del Brexit duro.

«Lo que ha hecho May con estas elecciones es algo tan sencillo como sacarle un caramelo a un niño», resume Tim Farron , un cachazudo cristiano evangélico del Norte que es el nuevo líder liberal demócrata, el único partido que enarbola la bandera europeísta y puede ser la sorpresa al alza de los comicios.

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