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PERISCOPIO TURCO

Literatura tras las rejas del sultán Erdogan

La comunidad internacional denuncia la grave situación que atraviesan la libertad de prensa y de creación en Turquía. Escritores, editores y periodistas arrestados y maltratados en las cárceles del país

Lectores del periódico «Cümhuriyet» protestan por la detención del editor de su suplemento literario, Turhan Günay GETTY

JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ

Asli Erdogan enciende un cigarro tras otro. Es el único gesto que ejecuta con decisión. Está cansada y débil, y solo parece aunar fuerzas cuando recuerda su última novela. Tas Bina ve Digerleri (El Edificio de Piedra y Otros Lugares ) narra el descenso de un ángel a la tierra, con un estilo lírico, denso y oscuro -marca personal de la escritora- donde es el lector quien tiene que interpretar a qué personaje pertenece cada fragmento: un vagabundo demente de nombre A, un coro de niños torturados, una mujer a la espera de ser interrogada… De pronto se lleva la mano a la parte derecha de la mandíbula, a la altura de las muelas.

«El lunes tengo que ir otra vez al dentista. Me ha dicho que se me ha infectado». Hace 30 días que terminó su calvario de cuatro meses y medio en la cárcel, pero las consecuencias físicas y psicológicas continúan. «Tengo pesadillas. Cada día sueño que estoy todavía en prisión o en el juzgado. Cuando veo a un policía, sobre todo un arma automática, mi cuerpo reacciona». Aunque todavía sin haber sido publicada en español, Asli Erdogan (Estambul, 1967; ninguna relación con el presidente) es una de las escritoras turcas con mayor proyección y reconocimiento internacional. En estos momentos hay cerca de 150 escritores y periodistas encarcelados en el país eurasiático. De la mano del presidente Recep Tayyip Erdogan , Turquía se ha convertido en uno de los lugares del mundo donde la libertad de prensa está más amenazada, según todas las organizaciones internacionales.

Sin pasaporte

«En las condiciones que existen hoy, ni siquiera puedo escribir una simple columna», explica. «Esta no es manera de escribir: esperando que la policía aparezca en cualquier momento o temiendo que alguien se pueda enfadar por algo que diga en una entrevista». El pasado mes de agosto, poco después del fallido golpe de Estado , una unidad de las fuerzas especiales irrumpió en su hogar. Le acusaban de varios delitos , todos relacionados con mantener vínculos con el grupo armado PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), considerado terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. La razón: era columnista y formaba parte del consejo asesor de Özgur Gündem , un diario prokurdo clausurado días antes de su arresto. «No tiene sentido. Yo siempre he defendido la paz. Además, no conozco a ningún escritor que lleve 30 años en la literatura para luego unirse a un movimiento armado. Eso significaría dejar de escribir».

Asli Erdogan ahora se encuentra en libertad, pero sin pasaporte, y a la espera de que continúe su proceso judicial. Aún afronta los acusaciones de «tratar de destruir la unidad del Estado» y «propaganda terrorista». La complicada situación de los escritores turcos no pasa inadvertida. «Escribimos para que sepáis que no estáis solos. Escribimos para deciros que no estaremos inactivos durante vuestros momentos de necesidad». Esta es parte de una carta del club internacional de escritores PEN, que ha sido firmada, entre otros, por Mario Vargas Llosa , J. M. Coetzee y Elfriede Jelinek.

La mayoría de los escritores detenidos está más o menos involucrada en política. Aunque hay excepciones, como la de Turhan Günay . «Este caso está dirigido contra la vida cultural, porque todo el mundo cultural le conoce». Así valora la agente literaria Ayser Ali el arresto del editor del suplemento literario del periódico Cümhuriyet . A pesar de que su trabajo siempre se ha mantenido alejado de los tejemanejes de la política turca. Turhan Günay lleva ya más de 100 días en prisión preventiva a la espera de juicio. Otros diez periodistas del mismo periódico se encuentran en la misma situación. El Cümhuriyet , que continúa publicándose, ha sido uno de las decenas de medios de comunicación que se ha convertido en objetivo de las purgas del presidente Erdogan. «Es uno de los pocos suplementos que tiene un fuerte impacto, sobre todo entre las élites intelectuales», añade Ayser Ali.

Edificio de piedra

Bajo un estado de emergencia que dura ya más de medio año, la tensión por una oleada sin fin de ataques terroristas y la paranoia del aparato propagandístico progubernamental, que encuentra enemigos del Estado en cualquier voz disidente, la libertad creativa de los escritores es otra víctima. Para Asli Erdogan lo que «realmente aterroriza» a la gente es la manera «completamente impredecible» con la que actúa el Gobierno. El «Edificio de Piedra» de su última novela es una representación abstracta de la opresión y la represión. Bloque a bloque, Turquía entera se está convirtiendo en un Edificio de Piedra para decenas de miles de personas, en un lugar donde no hay espacio para la creatividad. «Pueden controlar la televisión, pueden tener sus propios periodistas e incluso formar sus propios intelectuales, pero las marionetas no pueden producir arte», sentencia la escritora.

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