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El número que define si tu cuerpo es perfecto

El número phi era, según Da Vinci, la proporción de la máxima belleza. Sin embargo, en la antigüedad varios artistas usaron otras proporciones numéricas para representar la perfección

El hombre de Vitruvio, de Da Vinci, tiene un ancho, con los brazos extendidos, igual a su altura. Su ombligo está en el centro del círculo

PEDRO GARGANTILLA

La representación del ser humano ha sido una constante en el arte, desde representaciones bíblicas hasta los retratos de la realeza, pasando por dioses, héroes y personajes anónimos. Para dotar a las figuras de un mayor realismo fue preciso que los pintores tuviesen conocimientos matemáticos sobre formas y proporciones.

No hay que olvidar que la belleza del cuerpo humano se basa en una proporción. Platón en su Timeo escribió «no hay belleza sin unas proporciones regulares» . Ahora bien, ¿cuál debe ser la proporción ideal de la cabeza en relación al cuerpo humano para que la consideremos armónica?

Los primeros en abordar este tema fueron los egipcios, que emplearon un sistema modular que incluía al cuerpo humano dentro de una cuadrícula. De forma arbitraria establecieron la mano como unidad de medida y fijaron que un cuerpo perfecto era aquél cuya longitud medía dieciocho veces el puño , dos para la cabeza, diez para la distancia comprendida entre los hombros y la rodilla, y seis para las piernas.

Los escultores griegos modificaron sustancialmente las proporciones de los artistas del Nilo como ideales de belleza. Entendían el arte como una imitación de la naturaleza, entendiendo a ésta como un conjunto ordenado, armónico y bello –un «kosmos»-. De forma que la belleza tan sólo es posible si hay proporción , concepto para el que emplearon el vocablo «symetria».

El primero artista que abordó el estudio de las proporciones fue Polícleto, un escultor del Período Clásico (490-334 a.C), que en su libro titulado «Kanon» estableció el modelo de las siete cabezas . Esta proporción es la que aparece en su Doríforo -el portador de lanza- confiriendo a la figura una mayor estilización.

Tiempo después Lisipo, un artista griego del Período Helenístico (334-30 a.C), consideró que el canon de las siete cabezas y media concebía una mayor belleza visual. En los Museos Vaticanos se puede contemplar una copia del Apoxyomeno («el raspador») de Lisipo con esta proporción matemática.

El canon de belleza griego fue adquirido y aplicado por los escultores romanos durante casi cuatrocientos años. Si observamos las esculturas de la época imperial guardan unas características muy similares a las de la época griega.

Los cánones renacentistas

En el Renacimiento se descubrió una estatua de mármol –Apolo Belvedere- que representa al dios griego Apolo. Se desconoce su autoría, pero se piensa que es una copia romana de un original griego desaparecido. Durante mucho tiempo esta escultura fue considerada la representación ideal de la perfección física . Esta obra influyó para que a partir de ese momento el canon que sobrepasaba las ocho cabezas para la altura total del cuerpo humano se emplease para héroes y semidioses.

El siguiente gran estudio matemático del cuerpo humano se lo debemos al genial Leonardo Da Vinci (1452-1519). En 1490 dibujó su famoso «Hombre de Vitruvio», basado en un texto del arquitecto Vitruvio («De Architectura»). El italiano consideró que el ombligo debía ser el centro del cuerpo y que el hombre con los brazos extendidos debía alcanzar un ancho igual a la altura, motivo por el cual podía ser inscrito tanto en un círculo como en un cuadrado. Según este esquema, la cabeza representa un octavo de la altura del cuerpo.

Con este dibujo Leonardo representa las proporciones que podían establecerse en el cuerpo humano, la proporción aurea –phi o divina proporción- que está representada por 1,618. Esta proporción es la máxima belleza.

En 1507 uno de los últimos genios del Renacimiento, Alberto Durero (1471-1528), nos legó su «Adán y Eva», con un esquema de nueve cabezas. Este nuevo canon consigue alargar los cuerpos, haciéndolos más góticos que renacentistas.

Si tuviera que elegir, ¿qué obra le parece más bella «El hombre de Vitruvio» de Leonardo, «Adán y Eva» de Durero, «Doríforo» de Policleto, «Apoxyomeno» de Lisipo o el Apolo de Belvedere?

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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